Instruyámonos, porque necesitamos de toda nuestra inteligencia. Organicémonos, porque necesitamos de toda nuestra fuerza. Movilicémonos, porque necesitamos de todo nuestro entusiasmo”.
Antonio Gramsci

domingo, 28 de marzo de 2010

La última dictadura, una historia que continúa


“…sabía cómo se construyen renombres y se tejen olvidos.
Guerrillero, pudo presumir que si era derrotado, el enemigo
sería el dueño momentáneo de su historia.”

Rodolfo Walsh. Prólogo a “Los que luchan y los que lloran”,

de J.R. Masetti.

  • De la dictadura hasta hoy

Cuando se habla acerca de los años setenta y de los hombres que hicieron los setenta, generalmente se escucha decir que en esos años se peleaba por “la democracia” (en oposición a las sucesivas dictaduras que por esos años asolaban no sólo Argentina, sino toda América Latina; y que sus hacedores, los hombres y mujeres que protagonizaron esa época, que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Víctimas, eso son nuestros desaparecidos.

Esta visión, en nuestro país, es la que mejor consenso ha ganado en los últimos años, sobre todo a partir del kircherismo, relegando, al mismo tiempo, hacia un costado a la “teoría de los dos demonios” que impulsó el radicalismo en los ochenta. El contenido de ésta es tan manipulador como primera, pero un poco más perverso. Explica que durante la década de los ’70 dos grupos violentos, dos demonios terribles (militares y organizaciones revolucionarias) luchaban entre sí, y el pueblo, supuestamente neutral, los miraba desde fuera. Y claro, los desaparecidos fueron víctimas del terrorismo de Estado, y no se dice por qué, ni se pretende saber.

La lucha que se llevó a cabo en los setenta no fue entre dos fracciones al margen de la sociedad, por el contrario, tanto golpes militares como organizaciones revolucionarias tuvieron apoyo de diversos sectores sociales. De lado de los militares, sectores de la clase media y burguesía ligada a la industria y al capital financiero, la Iglesia Católica y grupos indescriptiblemente reaccionarios como el Opus Dei. Del lado de los revolucionarios, el pueblo trabajador, pero también sectores de la clase media, intelectuales, estudiantes, etc.

Si observamos los sectores sociales enrolados detrás del proyecto de los militares y los revolucionarios, se cae rápidamente en la cuenta que la lucha no era, definitivamente por la democracia, así sin más, tal como se la entiende y realiza a partir de 1983. Por el contario, la batalla era por dos proyectos de país, por dos cambios de fondo en la estructura política, económica y social de argentina. Y estos proyectos estaban y están definidos por el los propios intereses de los sectores que sustentaban dichos proyectos.

De un lado, un sistema al servicio de los intereses de una minoría rica y poderosa. Del otro, una sociedad echa a la medida del pueblo que trabaja y que produce la riqueza y que siempre se ha llevado la menor tajada de esa riqueza que él mismo produce.

Ahora bien, la última dictadura militar (1976-1983) significó la clausura de un proceso en donde el pueblo se había animado a organizarse y pelear, a avanzar por sus propios intereses. La irrupción del último golpe –que no fue nada sorpresiva– y su afilada represión eliminaron, con tortura, ocultamiento, y mentiras incluidos, a 30.000 militantes de la revolución, luchadores populares, abogados que defendían los inexistentes derechos que los presos políticos, estudiantes decididos que apenan eran adolescentes, sacerdotes que fueron consecuentes con las enseñanzas de Jesús y se pusieron del lado del pueblo, etc., y muchos otros. Por lo tanto, la derrota –que no fue el final, sino un momento en la guerra– fue física, moral e ideológica.

Lo que viene después de la dictadura no es el sol que despunta cuando pasa una larga y oscura tormenta. El primer gobierno nacional del periodo democrático fue radical; sí, del mismo partido que colaboró en el gobierno dictatorial con más de trescientos de su militantes, luego un gobierno peronista neoliberal, que colaboró con Videla y sus secuaces en casi doscientos funcionarios.

En el caso particular de la educación, las leyes menemistas fueron hijas de la dictadura. Descentralización, recorte presupuestario, injerencia de privados, sueldos miserables (no sólo para educación, claro), exclusión sistemática de sectores pobres del sistema educativo, etc.

Entiéndase lo siguiente: no estamos afirmando de “democracia” y dictadura militar son exactamente lo mismo. Las diferencias en cuanto a ciertas libertades que permite una y la otra restringe son evidentes. No obstante, el proyecto económico posterior a la dictadura es hijo de la dictadura, y es su continuador fiel. El ejemplo más exasperante de que muchas cosas no cambiaron es nuestra facultad…

  • La dictadura en Mendoza y en nuestra universidad

Mendoza no estuvo ajena a las transformaciones sociales que se producían durante los años 70 en nuestro país. Las luchas gremiales y estudiantiles que venían agudizando entre el 70 y el 71 en nuestra provincia, tienen su punto más álgido con el “Mendozazo” el 4 de abril de 1972.

El año clave para ver el despliegue de estos procesos con más claridad es 1973. Con la asunción del peronismo al poder el 25 de mayo en el país (Cámpora – Solano Lima) y en nuestra provincia (Martínez Baca.) En ese año, desde el Ministerio de Cultura y Educación, en conjunto con el gremio docente local, se impulsa la elaboración de una reforma educativa armada por miles de docentes de nuestra provincia, en pos de una verdadera escuela popular. En 1974 se pone en marcha un plan de alfabetización con la participación fundamental de las organizaciones barriales, siguiendo la propuesta de Paulo Freire, el pedagogo brasilero de la liberación.

En nuestra Facultad se lleva adelante una reforma de planes de estudio que, como sucedió en general con las tareas culturales e ideológicas en las que fue hegemónico el peronismo de izquierda, se centra fundamentalmente en los polos “Dependencia o Liberación”. Ese plan de estudios se elabora en conjunto entre profesores, graduados y alumnos. Por primera vez, los estudiantes son mayoría en los espacios donde se discuten y deciden los contenidos y las formas de su educación. De ella participan profesores que luego serían exilados, como Arturo Roig y Enrique Dussel.

A partir de 1974 se hace evidente la contraofensiva de las clases dominantes y sus agentes políticos, entre los que se encontraban la derecha peronista y el sindicalismo burocrático. En Mendoza, en pleno gobierno “democrático”, comienzan las actividades del CAM (Comando Anticomunista Mendoza) y los juicios políticos con los que desalojan a todo el peronismo de izquierda, incluido Martínez Baca, de los resortes del poder estatal. Se interviene las universidades y se anulan las reformas de planes de estudio en todos los niveles. Las bombas y asesinatos cierran salas de teatro, hacen peligrosas las actividades barriales y de todo tipo, fuerzan el exilio de profesores, estudiantes, artistas, etc. La censura se hace expresa y oficial desde el gobierno peronista.

En abril de 1976 asume el mando de la provincia el brigadier mayor Jorge Sixto Fernández. Hubo, como a nivel nacional, depuración de empleados en la administración pública (decretos 96 y 177), suspensión de la actividad de los partidos políticos y prohibición del debate ideológico. A la prohibición de Freud, Marx y Einstein se agregan las de Benito Marianetti, Armando Tejada Gómez y Juan Draghi Lucero, entre otros. El coronel Echazú organiza el panorama educativo cesanteando a por lo menos 1.000 docentes de nivel primario y medio.

Nuestra Facultad facilitó los más altos cuadros ideológicos para la administración cultural y educativa de nuestra provincia durante la última dictadura militar: Carlos Orlando Nallim (Letras), Ministro de Cultura y Educación; Pablo Sacchero (Historia), Secretario de Cultura, Isabel Magdalena Blas (Ciencias de la Educación), Secretaria de Educación y Susana María Aruani (Historia), Inspectora técnica de la Dirección de Educación Media. Todos desde septiembre de 1976 a febrero de 1980.

Pero esto no es solamente una recuperación histórica. Este modelo de universidad dictatorial continúa vigente en nuestros planes de estudios, en los discípulos de los cuadros ideológicos antes mencionados, en el modelo de educación ilustrada, aislada de la realidad social, en clara oposición a la cultura popular y anclada en la tradición “occidental, cristiana y nacional”. Esta continuidad no solo es resultado de la herencia de las políticas dictatoriales, sino que incluso luego del regreso de la democracia, han sido confirmadas concientemente. Una muestra de esto es la aplicación ejemplar de las políticas educativas de la nefasta época menemista.

  • Las caras locales de la dictadura

Presentamos a continuación algunos de los docentes que apoyaron abiertamente la dictadura y cuya impronta sigue presente a través de ellos mismo y/o de sus discípulos, y en la formación que ofrece la facultad.

Carlos Orlando Nallim: Ministro de Cultura y Educación de 1976 a 1980, y decano de nuestra Facultad de julio de 1969 a mayo de 1973. Hispanista. Es el gran formador de la mayoría de los profesores de la carrera de Letras. Destituido en pleno proceso democrático llegó a ser enjuiciado y repudiado en asamblea estudiantil. Desde sus cargos ejecutó todos los planes educativos y culturales del genocidio, caracterizados por la censura absoluta, el silencio y la aniquilación del libre pensamiento. Dentro de las medidas tomadas encontramos el cierre de la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria y de la Facultad de Antropología Escolar, donde se dictaban también periodismo y psicología. Estas últimas, hoy, son carreras privadas.

Adolfo Omar Cueto: Decano de la FFyL de 2002 a 2008. Actual titular de la cátedra de Historia de Mendoza. En 1995 publicó junto a Pablo Sacchero e Isabel Blas “Historia de Mendoza” donde encontramos afirmaciones tales como: "En la Universidad Nacional de Cuyo también se produjo un profundo reordenamiento del personal docente, no docente y alumnos. (…) El 2 de septiembre de 1976 el Poder Ejecutivo nacional designó al Prof. Dr. Pedro Santos Martínez, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro de la Academia Nacional de la Historia, como nuevo rector de la Universidad. Su gestión tendió a restablecer el normal funcionamiento de las casas de estudios como así también recuperar el nivel académico que se había perdido a raíz de la excesiva politización”

Miguel Verstraete: Decano de nuestra facultad desde 1986 hasta el 2002. Hasta 2007 titular de la cátedra de “Introducción a la Filosofía”. Profundizó el carácter cristiano que la dictadura propiciaba mediante la imposición de símbolos religiosos en cada una de las aulas de nuestra facultad y como culminación del hecho levantó en el aula magna una gran cruz en la que se halla inscripta la siguiente leyenda “Conmemoración de los 500 años de la evangelización de América"; clara apología al genocidio indígena. Entre sus discípulos figuran: Padrón (Ex ¬profesor de Medieval y director del Instituto de Estudios Medievales), Lucero (Medieval), Rubén Peretó Rivas (Medieval), Rego (Medieval), Gelonch (Epistemología, pero en versión "tomista"), entre otros.

Enrique Díaz Araujo: Ex titular de la cátedra de Historia Argentina Contemporánea, ha dejado un fiel discípulo en el actual profesor Omar Alonso. sus posturas alimentaron a los sectores que impulsaron el golpe de Estado del 76, puesto que fue un cuadro ideológico en Mendoza del llamado Proceso de Reorganización Nacional y que hoy sus postulados y sus prácticas tienen continuidad en nuestra carrera y en la facultad. Algunas de sus ideas son:

"La decadencia de la libertad es hoy tan enorme que esa voz sólo suena en los altoparlantes mundiales con dos sentidos que le son contradictorios. Uno de ellos es el de "liberación", que usan las termites de la "Revolución Cultural" para arremeter contra los resabios de la dignidad humana. El otro es "derechos humanos", que emplean sus socios liquidadores cuando desean proteger a las susodichas termites de la justa sanción de los hombres amenazados."(La Rebelión de la Nada, 1984, pp. 9-10).

“Pasemos a la represión. ¡La represión! Con sólo escuchar la palabra, los contestatarios y sus amigos se encrespan, escarban el suelo y bufan, como el toro ante el trapo rojo (aunque ese quizás no sea el color adecuado para el símil). Podríamos emplear sinónimos o eufemismos -sanción, coacción, coerción, freno, contención, etc.- para dejarlos más tranquilos y contentos.” (La Rebelión de los adolescentes, 1976, p. 236).

Aníbal Mario Romano: Titular en la cátedra Seminario de Historia de las Instituciones Argentinas (carrera de Filosofía) y de la cátedra de Historia Argentina Contemporánea (carrera de Historia). En su libro La Universidad Nacional de Cuyo y la Revolución Argentina (1966-1973) leemos:

“Durante varios años, los militares habían considerado la situación politizada de la Universidad con una profunda preocupación y aprehensión. Los actos de grupos estudiantiles izquierdistas a lo largo de esos años, grupos que en ocasiones habían tomado edificios, interrumpido clases y conferencias, o bien habían manifestado su simpatía por Fidel Castro y Ernesto Guevara, la oposición a las políticas de EE.UU. en América Latina o Vietnam, habían producido en los militares la percepción cierta y clara de que la universidad era prácticamente un reducto de comunistas, cuya erradicación lisa y llana debía hacerse por medios drásticos." (p. 57)